lunes, 17 de agosto de 2015

FW: [Palestinaymexico] CINE PALESTINO - Muros, bombas y desgarros

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Excelente correo , en este moento lo reenvio . Saludos desde Jalisco  a todos!!


Date: Mon, 17 Aug 2015 23:14:46 +0000
From: strict-dmarc@mayfirst.org
To: strict-dmarc@mayfirst.org; palestinaymexico@lists.mayfirst.org
Subject: Re: [Palestinaymexico] CINE PALESTINO - Muros, bombas y desgarros

¡Me encantaría ver alguna de las películas que comentas! Podríamos de hecho, hacer una pequeña muestra y tal vez el Cine Tonalá, aceptaría ser la sede. Después haríamos un debate. Es importante involucrar a más personas.



El Domingo, 16 de agosto, 2015 8:16:30, "pedro gellert <pedrogellert@yahoo.com> (Relayed)" <strict-dmarc@mayfirst.org> escribió:


CINE PALESTINO
Muros, bombas y desgarros

EDUARDO NABAL ARAGÓN

El cine palestino es, hoy aún, una industria endeble a pesar de
haberse creado una organización que lo protege integrada dentro de la
OLP desde el año 1974. Una industria que en realidad no existe como
tal, pero que se forma ocasionalmente para rodar este u otro film,
desde la inmediatez aparentemente realista del documental de denuncia
hasta los llamamientos a la paz a través de la ficción, la fábula y la
alegoría. En ocasiones directores como Eran Riklis (que acaba de
estrenar Mis hijos, sobre el racismo en una Jerusalén dividida) o
coproducciones entre varios países (incluido Israel) han alcanzado
repercusión internacional, consiguiendo convertir en estrellas
internacionales a nombres como Hiam Abbas (Los limoneros), Lubna
Azabal (Paradise Now) o Yosef Sewid (The Bubble). Casi todo en la zona
es frágil en términos de poderío económico, aunque su esperanza y su
lucha se basen en creencias muy fuertes y en razones que no hacen sino
aumentar con el paso de los años.

El hecho de que la izquierda internacional (gran parte de la comunidad
judía progresista incluida) desapruebe o repruebe abiertamente las
acciones violentas sobre el pueblo palestino no ha cambiado el derecho
de veto de EEUU en la ONU ni un panorama internacional en el que,
dando igual quien gobierne, continúan matanzas, torturas y represalias
por parte de la armada sionista. En estas circunstancias han sido
documentales, películas pequeñas o c-producciones, incluso películas
de directores israelíes de izquierdas las que han abordado el tema del
conflicto de Oriente-Medio desde el punto de vista de los territorios
ocupados, aunque, en ocasiones, eludiendo los aspectos más desoladores
de matanzas y torturas, cárceles y extorsión. No obstante, el interés
y la indignación que provoca el tema han hecho que las primeras
películas de realizadores palestinos (formados en otros países donde
hay escuelas de cine) susciten un gran interés e incluso, en casos
contados, logren satisfactorios resultados entre el público y la
crítica internacionales. Esto ha ocurrido con los filmes del palestino
Hany Abu-Assad, las comedias alegóricas, mágicas o satíricas del
nazareno Elia Suleiman (Intervención Divina, El tiempo que queda) y
con varios documentales o coproducciones que denuncian los abusos del
estado de Israel, como los documentales 5 cámaras rotas, Chekpoint
palestina o La sal de este mar, el primer filme de la realizadora
Annemarie Jacmir.

A la libanesa Nadine Labaki hemos de situarla en un lugar (el Líbano
y, en concreto, su gran capital, Beirut) donde el proceso de
desarrollo, a pesar de las batallas continuadas y dispares, incluyendo
guerras civiles, ha sido diferente. Labaki ha logrado éxito
internacional como actriz y directora gracias a Caramel y, en menor
medida, a la pacifista ¿Y ahora adónde vamos? En su primer y mejor
filme evita hablar de la guerra para mostrarnos una juventud distinta
y una reflexión personal sobre la libertad, la feminidad y el peso
vago pero persistente de las tradiciones sobre mujeres de diferentes
pensamientos y edades que confluyen y trabajan con compañerismo en el
espacio cálido de una peluquería en el corazón empobrecido de Beirut.

Annemarie Jacir consiguió debutar en el cine con un equipo
exclusivamente palestino y en su propia tierra, aunque ese mismo hecho
limito las posibilidades de rodar exactamente lo que ella anhelaba,
encontrándose toda suerte de trabas. El mundo árabe, con las notables
excepciones de Egipto y, sobre todo, Turquía, carece de los medios
habituales para realizar un filme de ficción; directores de diferentes
latitudes como Pasolini, Godard, (Aquí y allá) Costa-Gavras o, más
recientemente, Denis Villenueve (Incendies) han llamado a una toma de
conciencia internacional.

El primer largo que saltó a las carteleras internacionales del
realizador palestino Hany Abu-Assad fue Paradise Now, un trabajo
controvertido que se anunciaba o promocionaba como una película que
intentaba entrar en la cabeza de un "terrorista musulmán" y que fue
acogida con reservas por la comunidad judía pero obtuvo un gran éxito
internacional, con una nominación al Oscar incluida. Terrorismo y
musulmán siguen valiendo como una ecuación bajo la que se negocian
conceptos como seguridad internacional y "lucha contra el terror"
ocultando los verdaderos intereses económicos y formas de control de
instancias supranacionales. Abu-Assad es un director relativamente
joven que, como tantos otros, se formó como realizador en Europa, pero
cuyo corazón fílmico sigue estando con las heridas interminables que
sufre su pueblo, un pueblo al que tampoco presenta como un todo
uniforme ni siempre solidario, sino vulnerable al chantaje.

Muchas películas sobre el conflicto Palestino-Israelí como Paradise
Now, Omar, Ajami (coproducción con Israel) o Domicilio privado del
italiano Salverio Costanzo entran, sin negar su valor social o
testimonial, dentro de las coordenadas del género del thriller o el
cine suspense, porque las situaciones de violencia a las que se ven
sometidos los habitantes por parte de las fuerzas armadas israelíes
los colocan en situaciones a la vez kafkianas y cercanas al cine de terror.

Los protagonistas de Omar son un joven y aguerrido panadero enamorado
de una joven estudiante; un gran muro de piedra, real y simbólico, los
separa a ambos y también separa al arrojado Omar de sus aspiraciones
personales, vitales y matrimoniales en un mundo mediatizado por la
crueldad, el chantaje, la división y la violencia. Sus sueños son más
endebles a medida que avanza el filme, sus esperanzas se ven sometidas
al chantaje y la extorsión a través de una brutalidad
institucionalizada que se vuelve cada vez más amenazadora y que se
materializa, por ejemplo, en las torturas dentro de prisión o en la
fragmentación del grupo de amigos. El realizador muestra el mundo
empobrecido en el que viven los palestinos y el control de los
soldados israelíes, crueles, soezmente burocráticos y arbitrarios;
también momentos de pasajera paz y belleza transitoria, de dignidad y
encuentros, que contrastan con la impiedad del colonizador.

La realizadora Annemarie Jacir traza en La sal de este mar una
historia acerada contra la ocupación, la tortura, la extorsión
bancaria, el militarismo y los chekpoints, pero también muestra una
juventud abocada al fracaso existencial no solo por la violencia
desencadenada por el Estado de Israel, sino por la estrechez de miras
de los suyos cuando ponen en peligro a la población civil o los
dividen en héroes o traidores. Como en Incendies de Dennis Villenueve
la protagonista vuelve en busca de un pasado enterrado por los
colonizadores y su transgresión (atracar un banco israelí que antes se
apropio de todo lo suyo y sus antepasados) acabará recayendo tanto
sobre ella como, especialmente, sobre su nuevo amor palestino.

En Paradise Now el discurso pacifista recae en dos mujeres: la madre
del protagonista (Hiam Abass) y el personaje que de la joven encarna
Lubna Azabal que ha perdido a su padre en un atentado suicida
("hubiera preferido que estuviera vivo a estar orgullosa de él"). En
otro momento el realizador encuadra al protagonista (ya vestido de
forma fúnebre para una boda "al otro lado") con la madre al fondo; las
rejas en la ventana son significativas de la separación entre el mundo
de los hombres y las mujeres en el terreno de la "acción política" al
menos tal como lo presenta el filme.

The invisible men es un breve pero intenso documental sobre los
palestinos gays amenazados por su familia o clan y que se encuentran
en Israel en un estado de irregularidad, discriminación racial y
ensueños efímeros, teniendo que ser su objetivo final conseguir asilo
político en otros países donde pueden vivir y trabajar con dignidad,
sin ser señalados como parte del enemigo.

En el Líbano, tanto los filmes de Nadine Labaki como las canciones del
grupo Mashrou' Leila muestran Beirut como un oasis de
occidentalización sin perder sus raíces ni la fidelidad a lo mejor de
los valores heredados, aunque también con la necesidad de construir un
espacio de nuevas libertades y espacios para las mujeres y las
llamadas "minorías sexuales" frente a dogmas religiosos o costumbres
familiares, que son una losa legendaria acrecentada por el militarismo
que sufren y su búsqueda de respuestas a un enemigo todopoderoso. El
Líbano parece ser el escenario de la esperanza depositada en varios
lugares del mundo en lo que se ha venido a llamar, un tanto a la
ligera, "primavera árabe", desarrollada sobre todo en un Beirut de
costumbres abiertas o en otros países donde el pueblo ha cuestionado a
sus gobiernos y las costumbres impuestas por la religión al servicio
del poder establecido. Una primavera de diversidad e ilusión siempre
amenazada por el invierno militarista de nuevas colonizaciones, formas
de imperialismo, manipulación mediática o guerras y choques
interiores. En la más reciente Je veux voir, la actriz francesa
Catherine Denueve, acompañada en coche de un joven actor árabe e
interpretándose a sí misma, trata de capturar en su retina las ruinas
de la última guerra civil en el Líbano pasando de una ciudad
semidestruida a un espacio rural lleno de belleza pero no de seguridad.

tomado de:
http://vientosur.info/spip.php?article10374

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