jueves, 18 de febrero de 2016

FW: La Montaña


 
 La Montaña
 DE LO QUE NO NOS SALVA EL PAPA
 Oscar Loza Ochoa
 
 En economía política, nada es inevitable.
 Yanis Varoufakis
 
 Si el viaje del Papa se concibió como cortina de humo, ha servido para redescrubrirnos en nuestros más sentidos problemas. Las imágines, los escenarios, las zonas visitadas, los rostros de los satisfechos (gobernantes, empresarios y élite religiosa) que ansían legitimación y las miradas del México profundo (los pobres) queriendo encontrar en la visita lo que perdió en la conquista y en trescientos años de dominio extranjero. Todo ello como marco de desaire a los padres de desaparecidos y víctimas de la violencia o de la pederastia.
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> A Jorge Mario Bergoglio lo llevaron a Ecatepec y a San Cristóbal de Las Casas. En ambas partes se encontró con los pobres, marcados por la violencia y autoridades fallidas en el primer caso y con el comprometido ejercicio de una iglesia diferente en el segundo lugar. La tumba del Tatic Samuel Ruiz, le impuso un alto y el reconocimiento a su importantísimo legado como protector de los pueblos originarios. Pero en ambos solares mexicanos, la presencia de un modelo económico y social que condena a la permanente exclusión a esos pobres a quienes tanta devoción tenía el obispo de San Cristóbal, agravada en el Estado de México por una endémica violencia, corrupción y complicidad de la autoridad.
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> En esos lugares, en su visita a la Basílica de Guadalupe, a la ciudad de Morelia y a Ciudad Juárez, debió sentir los cuestionamientos hacia su iglesia: por la ausencia de justicia para las víctimas de pederastia, por las filias de sus ministros mexicanos hacia los ricos y poderosos, y por la distancia impuesta a quienes, decepcionados después de tocar todas las puertas buscando justicia, quisieron acercarse a Francisco como peregrinos en busca de sus familiares desaparecidos. Imposible evitar la pregunta, ¿por qué la iglesia acotó las actividades del Papa?
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> En Ciudad Juárez, la violencia que ha acompañado a la migración debió golpearle el rostro. La memoria de las muertas de Juárez, de los mexicanos y centroamericanos que mueren al cruzar el Río Bravo y el sacrificio de las Madres que buscan a sus desaparecidos, está en el aire del desierto, en cada calle, en los salones de clase, en las maquiladoras y en la piel de los chihuahuenses. Es el tatuaje indeleble en el corazón fronterizo, que no pudo opacar la condenable conducta de la autoridad de Chihuahua que borró las cruces pintadas por familiares de víctimas en la vía pública.
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> A pesar de las reiteradas negativas para que familiares de víctimas tuvieran un acercamiento con el Jefe del Estado Vaticano, aquellas encontraron maneras de manifestarse en la misa de Ciudad Juárez: en silencio, pero con su contundente presencia, llevaban camisetas con la imagen de sus seres queridos ausentes. En un espacio arrancado a la intolerancia, la señora Lucha Castro y un niño lograron entregar al Papa una carta de niños con familiares desaparecidos. La audacia y la inteligencia se impuso.
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> Los Jesuitas entregaron una carta de los padres de los 43 de Ayotzinapa en el primer día de la visita, en la biblioteca de la Nunciatura. Y allí se les reiteró que no serían recibidos esos sufridos padres. El momento glorioso y de conciencia que se vivió en Morelia, cuando monjas y curas contaron los 43, fue una grandiosa excepción. La tozudez de marcar distancia con las víctimas más sentidas se mantuvo a lo largo de toda la visita: ni el número 43 ni el nombre de Ayotzinapa entró a los discursos. Ni de refilón.
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> Mientras Jorge Mario Bergoglio preparaba maletas para su despedida, los genios financieros del Estado mexicano anunciaron nuevos recortes en Pemex por 100 mil millones de pesos y al presupuesto de la Nación por 132 mil millones de pesos. No nos decía adiós el Papa y ya nos estaban acalambrando con malas nuevas. ¿Por qué en el marco de la despedida del invitado de honor? ¿Demasiada confianza en que la visita sería una verdadera cortina de humo?
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> La visita también arrojó que las concentraciones de fieles no fueron como se esperaban. El zócalo y el regreso a la Nunciatura son ejemplos claros. Hasta Televisa pudo experimentar que su audiencia no fue como las de otras visitas papales. El México que encontró el Vaticano hoy es otro. Este nuevo País hizo uso de las redes para expresar inquietudes y reclamos ante las debilidades de la visita papal. Y no olvidó que hay 500 presos políticos, 27 mil desaparecidos, 150 mil muertes violentas y que los precios de los alimentos están pagando las facturas del saqueo petrolero y de la especulación con el peso. Definitivamente, de esta realidad no nos puede salvar el Papa Francisco. Ni con la amenaza que lanzó en Chihuahua: "Dios pedirá cuentas a los esclavistas actuales". Vale.
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