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LA CONTRAINFORMACIÓN AL DÍA
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19 de septiembre 2014
En un proceso democrático ejemplar y en un referéndum con una participación del 84,6%, los escoceses han optado por decir «no» a la independencia. Con el escrutinio finalizado, los unionistas han obtenido un 55,3% de los votos, mientras que el «sí» ha recabado un 44,7% de los apoyos.
El «sí», por su parte, ha reunido el 44,7% de los votos al haber recabado 1.617.989 votos.
Con el 100% de los sufragios de las 32 circunscripciones escrutados, el «no» a la independencia ha ganado la consulta con una diferencia de 383.937 votos, según los datos facilitados por el organismo electoral escocés.
La victoria independentista en la principal ciudad de Escocia, Glasgow, con un 53% de los votos, no ha sido suficiente para alcanzar al bando unionista, que se ha impuesto en la gran parte de los concejos.
En Glasgow se ha registrado una participación del 75%, de 364.664 censados, por debajo de la media cercana al 85% en toda Escocia.
El «sí» se ha impuesto en cinco distritos: el ya citado Glasgow, Dundee, East Dunbartonshire, North Lanarkshire y West Dunbartonshire.
Los resultados de algunos concejos han resultado una sorpresa, como es el caso de Aberdeenshire, ya que se apuntaba a una victoria del «sí» y finalmente los unionistas se han impuesto con un 60,4% de los votos.
También la diferencia de votos en Aberdeen ha supuesto un jarro de agua fría para el «Yes», que ha tenido que conformarse con el 41,4% de los votos frente al 58,6% del bando unionista.
Durante la larga noche electoral, en la que el escrutinio del primer distrito ha sido dado a conocer tres horas y media después del cierre de las urnas a las 23.00 (hora de Euskal Herria), los primeros resultados ya daban ventaja al «no».
Poco antes de las 6.00 de este viernes, el anuncio de la victoria del «sí» en Glasgow, pero con un margen insuficiente, ha dejdao claro que se impondrían los unionistas, lo que finalmente han hecho con casi 400.000 votos de diferencia.
La participación histórica del 84,6% registrada en el referéndum confirma el acierto de las expectativas generadas ante la cita.
El récord de personas inscritas para responder en las urnas a la pregunta «¿Debería Escocia ser un país independiente?», un 97% de los mayores de 16 años que tenían derecho a voto, anticipaba ya una participación histórica que las colas registradas en los 2.608 colegios no han hecho más que confirmar. El porcentaje establece un nuevo récord, al superar al vigente hasta ahora, de 1951, cuando Escocia registró una participación del 81,2%.
Prefirió seguir como colonia inglesa: Escocia dijo no en el referendum y continuará en Gran Bretaña
La decisión impidió la ruptura de una unión de 307 años con Inglaterra, y causó un enorme alivio en el establishment político británico, más precisamente en Inglaterra. Los escoceses votaron 55% a 45% contra la separación
Los votantes escoceses dijeron no a la independencia, decidiendo seguir siendo colonia inglesa encubierta como parte del Reino Unido, en un histórico referendo que sacudió el país.
La decisión impidió la ruptura de una unión de 307 años con Inglaterra, y causó un enorme alivio en el establishment político británico, más precisamente en Inglaterra. Los escoceses votaron 55% a 45% contra la separación, en una consulta que tuvo una participación sin precedentes.
La mayoría de los votantes no adoptaron el apasionado pedido del primer ministro escocés Alex Salmond de lanzar un nuevo estado, optando en lugar de ello por la seguridad de permanecer en el Reino Unido.
Salmond admitió la derrota, diciendo "sabemos que la mayoría estuvo por el No" y llamó a los escoceses a aceptar el resultado de la votación. Dijo que la consulta fue "un triunfo para el proceso democrático".
Salmond había argumentado en su campaña que los escoceses podían separarse debido a sus amplias reservas de petróleo y sus altos niveles de creatividad y educación. Dijo que Escocia prosperaría por su cuenta, libre de interferencia de cualquier gobierno basado en Londres.
Pese a la derrota, el habilidoso político de 59 años estuvo cerca de ganar la independencia y consiguió una promesa de nuevos poderes para Escocia de nerviosos políticos en Londres.
Muchos vieron la consulta como una campaña de "cabezas contra corazones", con muchos escoceses de mayor edad concluyendo que la independencia sería demasiado riesgosa financieramente, mientras que los jóvenes se sentían atraídos por la idea de construir su propio país.
El resultado salva al primer ministro británico David Cameron de una derrota histórica y ayuda al líder opositor Ed Miliband al mantener a sus numerosos legisladores del Partido Laborista en Escocia. Su partido habría tenido más dificultades para ganar las elecciones nacionales del 2015 sin ese apoyo de Escocia.
El voto contra la independencia escocesa impide que Gran Bretaña pierda una parte substancial de su territorio y reservas petroleras, y previene que tenga que encontrar una nueva base para su arsenal nuclear, ahora estacionado en Escocia. El Reino Unido enfrentaba además la posible pérdida de influencia dentro de instituciones internacionales, incluyendo la Unión Europea y la ONU.
El ansiado resultado ha llegado a la hora del desayuno. Tila para los poderes de Londres, Madrid y Bruselas, café un tanto amargo para los independentistas de todo el mundo. El referéndum escocés ha suscitado tal catarata de sentimientos, allí y aquí, que conviene poner desde ya un ecualizador emocional a las valoraciones que se irán produciendo durante la jornada. Porque mirado con un mínimo de perspectiva los ganadores de la votación han perdido y los perdedores han ganado.
Pierde el Reino Unido, el actual Reino Unido, abocado a un proceso de federalización que pase de lo simbólico (selecciones deportivas, banderas…) a lo práctico (autonomía fiscal, políticas sociales…). Nada será igual en Escocia, pero seguramente tampoco en Gales y el norte de Irlanda.
Gana Escocia, porque una nación que una vez ha decidido su futuro ya nunca va a renunciar a ese derecho. Y porque lo apretado del resultado deja claro que no ha decidido seguir como hasta ahora, sino dar un salto en su autogobierno. No hasta la independencia, pero casi.
Pierde Cameron, pierde el espíritu de Thatcher, la estrategia de privatizar beneficios y socializar pérdidas, el desmontaje del Estado de Bienestar. A nadie se le ha escapado que son estas políticas las que han supuesto que a los nacionalistas escoceses se les sumaran cientos de miles de votantes de izquierda que no soportan más políticas «tories».
Gana Salmond, aunque hoy no pueda reivindicarlo. La gran paradoja de la votación es que ya había vencido antes de llegar a las urnas, porque era el triunfo del No lo que le garantizaba la «devolution max» a la que aspiraba inicialmente el líder del SNP, incluso como plan A por encima de la independencia.
Pierde la actual Unión Europea, gestionada como un club selecto de grandes estados prepotentes frente a las pequeñas naciones. La pugna Edimburgo-Londres demuestra que el centralismo de los antiguos imperios está en declive. No hay más que ver que los más desquiciados esta semana se llamaban Mariano Rajoy y Francois Hollande.
Ganan las naciones sin Estado, a las que el caso escocés les marca más que un camino. Ha despejado además los interrogantes que supone recorrerlo, con un debate social democrático, maduro, profundo, ejemplar. Con una convivencia ciudadana que acaba intacta, quizás hasta reforzada.
Pierde, en fin, el Estado español. A partir de ahora será inevitable que cualquier ciudadano europeo se pregunte por qué en Catalunya o en Euskal Herria no es posible lo que se ha hecho con tanto tino y éxito en Escocia. Y que se escandalice con cualquier medida represiva que se tome para impedirlo. Y que encuerde una vez más que en esa misma España no es un estado normal, sino que allí imperaba no hace mucho la dictadura más larga y brutal de esa parte de Europa.
Gana, en fin, Euskal Herria. El contexto internacional nunca fue tan favorable a su ambición de decidir. Escocia quizás no levante una sexta ola independentista, pero sí es un viento de cola potentísimo para avanzar.
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